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martes, 20 de agosto de 2013

Hacia una visión unitaria de la ciencia del hombre
El problema de la ciencia del hombre sigue siendo el de una visión unitaria que reconcilie la ciencia con los grandes designios de la vida humana. Descartes fue uno de los primeros que ofrecieron un sistema unitario, lo mismo que Leibniz. En sus obras los conceptos de sistema, unidad, interrelación, eran motivo de preocupación.
Saint-Pierre puede ser considerado como el iniciador de la ciencia del hombre en  tanto su pretensión fue la de lograr el bienestar humano a través de la participación activa del mismo. Esta participación se lleva a cabo por medio de la protesta social en contra de una ciencia divorciada de los asuntos humanos, es decir, de las ciencias naturales o físicas; Diderot hacía un planteamiento similar. Saint-Pierre fue de los primeros en sostener que el hombre debía planear concientemente un futuro mejor; abogó para que se fundara una academia política y una academia ética para que influyeran en ambos niveles; criticó la evaluación excesiva de las ciencias físicas; también sancionó el utilitarismo de las ciencias matemáticas y físicas por estar apartadas de la vida de los hombres.
La Enciclopedia también protestó contra la ciencia newtoniana y planteó la necesidad de que el hombre fuera el centro desde el cual debían radiar todas las ciencias. Para los enciclopedistas el newtonismo deformó la sensibilidad estética de la época. Diderot, por su parte, sostenía que la ciencia debía centrarse en el hombre y las diferentes ciencias debían considerarse en relación con él y con sus necesidades.
Esta concentración de las ciencias en el hombre fue una revolución más importante que la del Renacimiento. De esta manera se volvió, aunque en sentido diferente, a una verdadera exaltación de tipo ateniense del hombre.
Para Kant el problema era básicamente de orden moral; lo mismo que para Rousseau el cual creyó en la razón. Éste señala que la ciencia es frívola en tanto no se encuentra en manos de personas talentosas y responsables, al servicio del pueblo. Para Rousseau la ciencia sólo tenía sentido si estaba al servicio de la virtud y de la moral; el conocimiento debería apoyar al orden social. Tanto para Rousseau, Leibniz y Kant el problema de la ciencia estribaba en que ésta se encontraba divorciada de la vida, del acontecer cotidiano del ser humano.
Después de la época medieval, el mundo se planteó la contradicción persistente entre el bien y el mal. ¿Cómo era posible que si la naturaleza era bella existieran problemas, hubiera maldades? Esto llevó a buscar leyes naturales que el hombre debía obedecer, muchas de ellas se pensaba eran dones de Dios para el hombre. Sin embargo, el hombre seguía buscando tener un mundo centrado en el hombre y no en Dios, cuestión que posibilitaría librarse de los caprichos de la naturaleza.
Los párrafos anteriores nos plantean la búsqueda de nuevos significados en la naturaleza. Al relacionar a ésta con el hombre se planteó si éste tenía una naturaleza interna depravada; Locke preguntaba si Dios permitía esta situación, y Pascal agregaba de por qué no todo era natural, incluyendo las costumbres. Aquí surge un problema psicológico de gran envergadura: si las costumbres son  malas, quién tiene la culpa: ¿éstas, o es culpa del hombre que se encuentra desarmonizado?
Pope planteó que el hombre podría intervenir entre las costumbres y la moral y decidió que no había mal en el mundo que el hombre pudiera o debiera modificar. La frase “lo que es, es bueno” refleja una angustia profunda por la moral. Y deja entrever la manera en que estas eran preocupaciones legítimas de los seres humanos.
La Ilustración fue una época dedicada a la simplificación y estandarización del pensamiento y de la vida, como señala Lovejoy. La complacencia y la confianza del racionalismo de la Ilustración llevó a dar un sentido pasivo a la investigación de la naturaleza mediante el sencillo desarrollo de la razón.
Rousseau y Hume no aceptaron la moda intelectual reinante desde el siglo XVI y prevaleciente durante el siglo XVIII. El primero criticó la pasividad, en tanto que Hume mostró que realmente no puede saberse lo que sucede en la naturaleza.  Al mismo tiempo, Hume precisó que nuestras percepciones y sentimientos son subjetivos y acríticos, separados de lo que sucede en el mundo externo; destruyó la ingenua confianza racionalista en la investigación de la naturaleza para buscar preceptos morales (Becker, 1993).
La moral y algunos indicios psicológicos
Hume, ante el pragmatismo moral que se venía imponiendo en su época, adopta la tesis siguiente: “cualquier cosa que es, es buena”, es decir, “lo que es, es relativamente bueno porque es relativamente útil”. Este autor se planteó la posibilidad de estudiar las pasiones como cualquier fenómeno natural. Aquí nos vamos acercando a la fusión entre lo humano y lo psicológico.
Diderot colocaba al hombre en el centro del mundo físico y veía que la ciencia mecanicista no podía permitir la supremacía del hombre moral y libre; degradó a la matemática acusándola de falsificar la naturaleza y de privar a los cuerpos de su existencia cualitativa; la ciencia, debía tener un objetivo triple: la existencia, las cualidades y la utilidad, y no únicamente el aspecto mecanicista-cuantitativo. Hume, Diderot y Dewey se planteaban el problema de cómo ser un pragmático total y permitir algún tipo de vida social ordenada. Dewey habló una dicotomía entre el conocer y el hacer. Estas dos nociones, conocer y hacer, juegan un papel trascendental en la psicología hoy día.
Vico, autoconsiderado como el Galileo-Newton de las ciencias humanas, planteó que el mundo social es obra del hombre y que el estrato más antiguo de la cultura humana es el de los mitos y la poesía; para Vico el corazón del cambio humano está en la naturaleza culturalmente creada de las instituciones humanas; antes que Comte ofreció una teoría acerca del progreso de la razón; anticipándose a Diderot advirtió que las ciencias debían centrarse en el hombre, especialmente en la mente humana como creación de la historia. Vico apuntaba con buen tino elementos para la psicología contemporánea. Complementario a esto, Condillac y Helvetius daban una explicación ambientalista de la conducta humana, basándose en el carácter y la percepción humanas (Becker, 1993). Las categorías centrales de la psicología comenzaban a esbozarse de manera significativa.
Rousseau esbozó la ley dentro de la naturaleza humana a través de la exaltación de un hombre “primitivo” ideal típico, que vivía en “estado natural”. Para llevar a cabo esto, este autor superó la discrepancia existente entre razón y acción volviéndola analíticamente científica descubriendo un modelo ideal sobre el que se basara la prédica de una nueva conducta moral.  Sin embargo, Rousseau, al hacer apología de lo primitivo, fue acusado de usar dicha idea en forma romántica y simple. Empero, lo que no se entendió es que la idea no fue utilizada como un hecho real, sino como una idea que expresaba una crítica moral. Esta crítica buscaba la concepción de una nueva forma moral científica en la que los tipos e ideales de la misma conformaban una nueva imagen del hombre. La búsqueda de todo esto tendería a formar un hombre verdaderamente adecuado para una sociedad libre, igualitaria, un hombre autónomo, responsable, vigoroso.
Rousseau, con sus conceptos de estado natural y del contrato social, mostró una sociedad “como puede y debe llegar a ser”; fue una crítica indirecta  del presente sobre la que se basaba una ciencia manipuladora del hombre. Para este autor la ciencia del hombre era una disciplina que tenía como tarea básica cambiar a la sociedad, para que fuera un producto de la libertad y no de la necesidad ciega, como dijera Cassirer.
Rousseau quería que el hombre, en vez de seguir continua y ciegamente sus pasiones en la esfera social, podría comenzar a ejercer la libre dirección de los asuntos humanos; así el hombre elegiría y crearía el tipo de mundo en el que deseara vivir. De esta manera, ya no cabía duda en que correspondía al hombre en sociedad liberarse, a sí mismo, para ir de lo real individualmente a lo posible socialmente.
Los conceptos de libertad, progreso y el tipo de ideal son aportación que pensadores como Vico, Diderot, Rousseau, Kant, Saint-Pierre nos legaron. Este marco teórico ofrece las líneas indispensables para una ciencia del hombre analítica y activa; una ciencia crítica, “proyectiva”, moral y una antropodicea dentro de la visión del hombre, potencialmente bajo su dominio.
Adam Smith, además de su notable aportación a la ciencia económica, presentaba al hombre en su totalidad, tomando en cuenta todas sus motivaciones, hizo hincapié en el sentimiento de empatía que mantenía unida a la sociedad, subrayó la propensión del hombre a la acumulación y obtención de ganancias; todo esto bajo el principio regulador de la justicia.
Jeremy Bentham introdujo un elemento nuevo en el escenario de las ciencias sociales: trató de unir el análisis social abstracto con enfoque pragmático directo de los áridos problemas de la sociedad de su época. Bentham no sentía respeto por la ley inglesa ni a las ficciones jurídicas y sociales. Como continuador de Hume, respetaba las pasiones y no a las abstracciones de la razón. Para él, la ciencia podría servir abiertamente al hedonismo, transformarse en un arte de la vida social.
Bentham y Stuart  Mill creían que cualquier ciencia moral debía concederle al individuo las mayores opciones posibles para cambiar las estructuras sociales. Carlyle propuso un plan de reconstrucción social completa que sería realizada por una élite carismática que limpiaría al mundo con poderes trascendentales (Becker, 1993).
La Revolución Francesa posibilitó el derrumbe de las principales instituciones feudales y despejó el camino para el advenimiento de la sociedad industrial.  A partir de este momento, se diversificaron los bienes de consumo y se amplió la democracia. Al mismo tiempo, los males sociales fueron menos claros, en tanto había más libertad e igualdad sociales.
Saint-Simon entró a la esencia del problema, advirtiendo que la industrialización era conveniente, que el nuevo reacomodo de las clases sociales era malo, que la moral era relativa y que la felicidad era muy importante. Al principio, confió en la ciencia, pero después criticó a los científicos, particularmente a los matemáticos. Este autor reunió todas las corrientes del pensamiento anteriores a él en una nueva unidad crítica: vinculó los planteamientos de la Ilustración con los problemas de la sociedad industrial, sugiriendo una nueva reconstrucción social total: una comunidad secular bajo la guía suprema de una ciencia del hombre en sociedad.
Augusto Comte, discípulo de Saint-Simon, desarrolló y amplió las tesis de su maestro. Comte creó el positivismo e intentó que éste fuera un sistema completo de moral, y no sólo un método científico y técnico para analizar hechos sociales. Comte anunció una “Religión de la Humanidad” basada en el amor: en una nueva comunidad, la sociología estaría al servicio del orden social y se usaría para promover el interés social y no los egoístas intereses particulares predominantes. Una de las principales preocupaciones de este autor consistió en buscar el reemplazo de la moral medieval por una nueva síntesis moral y científica. Para Comte el positivismo significa la subordinación de la política a la moral, en donde la ciencia es una fe demostrada. La ciencia del hombre en sociedad, para Comte, es la ciencia central a la que todas las otras contribuyen y son periféricas, teniendo la idea del progreso como principio guía; una de las insistencias permanentes en la obra de Comte se refiere al problema del análisis necesario contra la síntesis necesaria (Becker, 1993).
Fourier deseaba una ciencia del hombre deductiva al servicio de los placeres humanos, centrada en la personalidad humana, basada en la reorganización de la sociedad y en la creación de instituciones nuevas; descubrió la ley de la “atracción pasional”; cambia el problema de la teodicea por una antropodicea activa; sugiere el estudio del funcionamiento de la naturaleza humana; se basó en el principio de la duda absoluta de las doctrinas científicas. A su manera, Fourier también apuntó temas que en la actualidad son relevantes para el estudio de la conducta humana.
Todo el desarrollo teórico para la construcción de una ciencia del hombre durante el siglo XIX no pudo obtener el éxito que se esperaba debido a que estos pensadores no se encontraban ligados a las organizaciones o grupos que pudieron influir en la modificación del estado de cosas. Es por ello que los trabajos, las esperanzas  los temores cotidianos, así como las instituciones y los intereses creados, influyeron en este siglo.

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