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martes, 20 de agosto de 2013

 La Concepción de Hombre como Punto de Partida
En este apartado se realizará una discusión acerca de algunas concepciones que existen acerca de lo que es el hombre y sus determinaciones. Todo esto con la finalidad de poner en sus justos términos la problemática central que debe animar a cualquier noción de psicología, la cual está permeada, necesariamente, por una propuesta ontológica de lo que es el hombre. Esta definición es la esencia que hará posible comprender las interrelaciones entre lo que ocurre en la realidad, la conciencia y el espíritu de los individuos.
Algunas concepciones acerca del hombre
Para el desarrollo de este inciso y los que siguen en este apartado, nos hemos basado en el libro de Becker (1993), a menos que se cite lo contrario, todo está sacado de una provechosa lectura de este autor. Veamos, en primera instancia, las distintas acepciones y planteamientos que existen en torno a lo que es el hombre.
Desde la época de los griegos ha habido esfuerzos por constituir una ciencia del hombre. Una ciencia que esté al servicio del hombre. Esta intención fue interrumpida durante la época medieval, en la cual la Providencia, o sea Dios, jugaba el papel que posibilitaba la explicación de los fenómenos que afectaban a los hombres (Becker, 1993). Creemos que este hecho traía consecuencias difíciles para los habitantes de aquella época en tanto la posibilidad de miedos, angustias, temores, prejuicios, etc., se presentaban con más facilidad.
En la Edad Media las sociedades se basaban en el poder, en los privilegios, en la tiranía, en la coerción, en paternalismo benévolo, con movimientos sociales que abortaron rápidamente. Paralelamente, había una noción psicológica de lo que era el Universo. En esta concepción, la Tierra ocupaba un lugar secundario, en tanto se encontraba apartada de Dios. En el mejor de los casos, la Tierra era un escalón que conducía a la salvación. En ese sentido, y sólo en ese, se puede comprender el castigo divino hacia Adán y Eva, quienes al cometer el pecado original, fueron encarnados y llevados a la Tierra para que en ella buscaran su salvación. Es por ello que los individuos de la época medieval se sentían angustiados y percibían un estado de decadencia y ruina en el mundo que llevaría a la destrucción del mismo.
Obsérvese aquí el lado trágico de la cuestión ya que el hombre no tenía capacidad de descanso en tanto vivía abrumado de ideas que conllevaban, en el mejor de los casos, castigo; y en el peor, la destrucción de la humanidad.
La concepción newtoniana del  mundo ayuda a finiquitar este lapso de angustia. La mecanización de la naturaleza concebida por Newton hizo factible el soslayamiento de Dios como el orden primario y regulador del Universo, para dejar ese papel al hombre. A partir de este momento, y en el mejor de los escenarios, Dios continua dirigiendo el Universo pero de una manera regular y legal, y no cataclísmica y de manera airada e iracunda.

Descartes continuó con esta línea al afirmar que el hombre se diferenciaba de los animales por tener la capacidad de razón y ésta era su orgullo y representaba su libertad. Sin embargo, la influencia newtoniana era eminentemente intelectual. A diferencia de las concepciones medievales que contaban con un apoyo institucional social amplio, el nuevo racionalismo de la Ilustración se construyó sobre una sociedad en decadencia, con disturbios sociales y cambios institucionales (Becker, 1993). Aquí hay que destacar la influencia del aspecto social en la conducta de los individuos. Aunado a ello hay que anotar que, aunque el factor religioso era fuerte, y se imponía en la conciencia de las personas, éstas de cualquier manera se levantaban y luchaban por lo que creían justo. La búsqueda del hombre en ese entonces, como ahora, consistía en el afán de orden, armonía social y felicidad. Esta búsqueda sólo sirvió a los intelectuales y no a la sociedad.
Un elemento subjetivo de cardinal importancia es el orgullo y las preguntas que aquí se hacían eran las siguientes: ¿de qué debe sentirse orgullosa una persona? ¿de los descubrimientos que introducen plagas? ¿de las epidemias y hambrunas que se generan con dichos descubrimientos? Si pensamos en el orgullo del caballero medieval nos puede sonar ridículo aunque socialmente jugaba un papel. En la actualidad, el orgullo tiene una nueva mística que ha hecho posible la actuación del hombre con dignidad en lides más complejas y esenciales que las que se jugaban en el medioevo.

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