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martes, 6 de agosto de 2013

El vitalismo es la posición filosófica caracterizada por postular la existencia de una fuerza o impulso vital sin el que la vida no podría ser argumentada. Se trataría de una fuerza específica, distinta de la energía estudiada por la física y otro tipo de ciencias que, actuando sobre la materia organizada, daría como resultado la vida. Asimismo, dicho término puede referirse a la "defensa de la vida" 1 en todas sus formas partiendo de movimientos como el animalismo, el antiabortismo, el antimilitarismo, el ecologismo, el pacifismo o el vegetarianismo. Los planteamientos más radicales de esta segunda definición vienen del maestro jaina Mahāvīra, quien combinó el ascetismo de Pārśvanātha con las enseñanzas de los naturalistas "ājīvikas", término que, en sánscrito, significa "vivientes":
El humanismo que defiende el vitalismo cósmico está ligado a la defensa de la vida como concepción ambiental, pero también la vida como dignidad de la vida humana. El vitalhumanismo está ligado a la reorientación del deseo. Esta reorientación apunta, en primer lugar, al autocontrol de la posesión de bienes y, en segundo lugar, a la defensa de la vida [...]; para mí una filosofía de la vida tiene que crear una ética de la vida biólogica, del ambiente y, por otra parte, de la calidad de la vida social [...]. Es una filosofía proyectada al porvenir, en la medida en que se compromete con la defensa de la vida.

Conceptualización

El vitalismo europeo se opone a las explicaciones mecanicistas que presentan la vida como fruto de la organización de los sistemas materiales que le sirven de base. Es un aspecto del voluntarismo que argumenta que los organismos vivos, no la materia simple, se distinguen de las entidades inertes porque poseen fuerza vital o élan vital, en francés, que no es ni física, ni química. Esta fuerza es identificada frecuentemente con el alma o el espíritu del que hablan muchas religiones. Los vitalistas establecen una frontera clara e infranqueable entre el mundo vivo y el inerte. La muerte, a diferencia de la interpretación mecanicista característica de la ciencia moderna, no sería efecto del deterioro de la organización del sistema, sino resultado de la pérdida del impulso vital o de su separación del cuerpo material.

Historia

Ante el fracaso del mecanicismo cartesiano en la explicación de la singularidad de lo orgánico, el vitalismo empieza a expandirse por Europa a finales del siglo XVIII. En biología, este cuadro teórico tuvo un momento fecundo, porque apartaba lo vivo del mecanismo y las explicaciones causales reductivas del pensamiento cartesiano del siglo XVII sin caer en lo sobrenatural. En sentido estricto, el término "vitalismo" designa la escuela de Montpellier y su principal exponente Paul Joseph Barthez (1734-1806). Esta hipótesis fue descartada por la mayoría de los científicos en el momento que Friedrich Wöhler sintetizó un compuesto orgánico, la urea, a partir de compuestos inorgánicos en 1828. 3 Posteriormente, éste le escribió a Berzelius diciéndole que había sido testigo de "una gran tragedia de la ciencia, la muerte de una bella hipótesis por un hecho feo". La "bella hipótesis" era el vitalismo; el "hecho feo", la placa con los cristales de urea. 4 Años después, W. Williams diría que el vitalismo es parte de la base de un gran número de "pseudociencias", 5 término utilizado, en este caso, de manera peyorativa.

Representantes

El vitalismo oriental

Los jainistas consideran la vida sagrada. 7 8 9 10 Por ello, evitan dar muerte a cualquier ser vivo, incluidas las liendres en el cabello, y muchos de ellos optan por no cortárselo o no lavárselo, por esta razón o para indicar que se da una mayor importancia al espíritu que al cuerpo. 11 No sólo son vegetarianos sino que también se niegan a comer hortalizas subterráneas por temor a dañar un animal durante la recolección. A menudo, los monjes barren el suelo delante de ellos para no pisar o sentarse encima de criaturas invisibles y usan máscaras sobre sus bocas para evitar inhalar cualquier cosa viva. 12 Esta actitud debe entenderse en su contexto; no deben pues, ser interpretadas desde el etnocentrismo.

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